MODESTIA
“Vestíos del Señor Jesucristo”
(Romanos 13:14)
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Como hijos
de Dios vivimos en medio de una generación maligna y perversa, en medio de la
cual hemos de resplandecer como luminares (Filipenses 2:15). La sociedad que
nos rodea está alienada del Dios de LUZ y RECTITUD. Ellos están en el ámbito y
bajo el gobierno de las tinieblas, amando las tinieblas más que la luz, porque
sus obras son malas (Juan 3:19-20). Esta incredulidad trae como resultado la
bancarrota de la humanidad ante Dios, como se evidencia por la inmoralidad, la confusión
sexual y perversión, por el DESEO por sobre AMOR, por actos y acciones vergonzosos que son aceptados
y aplaudidos, fomentados y promocionados con
indecencia, impudicia, desnudez, etc.
La
sociedad está inquieta y perturbada por los hechos de violación, perversión
sexual, abuso infantil, pornografía infantil, incesto, SIDA, fracaso
matrimonial, infidelidad matrimonial, etc. Sin embargo, la sociedad se alimenta
de eso y demasiadas veces sigue las modas y caprichos (trajes de baño, ropa
indecorosa, etc.) que han contribuido a que estas cosas sigan sucediendo.
En vista
de lo anterior, es de suma importancia que nosotros, como creyentes, entendamos
lo que la Biblia enseña en cuanto a la modestia.
La
apariencia exterior del cristiano era materia de preocupación para el Apóstol
Pablo, particularmente en el caso de las mujeres cristianas, para quienes él
entrega alguna directrices: “Asimismo que
las mujeres se atavíen con ropa decorosa, con pudor y modestia” (1 Timoteo
2:9).
La palabra
“pudor” significa literalmente “ordenado, bien arreglado.” Por lo cual las
mujeres deben vestirse ordenadas (lo opuesto a caótico), con pulcritud y buen
gusto, tratando de ser atrayentes.
“Considerando
vuestra conducta casta y respetuosa. Vuestro atavío no sea el externo de
peinados ostentosos, de adornos de oro o vestidos lujosos, sino el interno, el
del corazón, en el incorruptible ornato de un espíritu afable y apacible, que
es de grande estima delante de Dios. Porque así también se ataviaban en otro
tiempo aquellas santas mujeres que esperaban en Dios, estando sujetas a sus
maridos” (1 Pedro 3:2-5).
El término
“pudor” en 1 Timoteo 2:9 sugiere la idea de recato y humildad. La palabra significa
“no para ver, no para mirar, apartar la vista y no mirar a otros”, la clase de
modestia que implica respeto: “que las mujeres se vistan con sobriedad y
sencillez.”
La joven
que se viste con pudor, es la joven que evita todo lo que pudiera aun sugerir
inmodestia o indecencia. Ella no quiere ni
mirar lo que pueda inducir a acciones vergonzosas o deshonestas. Incluye
consideración a otros que pueden rehuir mirar la miserable condición o aspecto de uno. Incluye un sentido de
vergüenza por la condición de uno y no ser vista como causante de acciones malas y ofensivas. Ella aborrece (evita) “lo
que es malo” (Romanos 12:9), y “se
abstiene de toda especie de mal”
(1 Tesalonicenses 5:22), ni siquiera nombrando esas cosas (ver Efesios
5:3—“Pero fornicación y toda inmundicia, o avaricia, ni aun se nombre entre vosotros,
como conviene a santos”). Ella desea mostrar al Señor Jesús por su vida y sus
buenas obras: “Y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y
santidad de la verdad” (Efesios 4:24).
“Modestia”
(en 1 Timoteo 2:9) puede traducirse como “buen juicio”, e indica que la mujer
cristiana debe tener cuidado con lo que debe usar, con lo que viste y con el
aspecto que quiere presentar ante los demás. Debe vestirse con sensatez.
Modestia en el vestir, especialmente en el día de hoy, requiere de una
selección cuidadosa. La joven cristiana no debe conformarse a las normas
sensuales del mundo y debe dejar de lado muchas de las modas de hoy. Al mismo
tiempo debe demostrar buen gusto en los vestidos que usa, no llamando la
atención sobre sí misma, sin ser extremista en ninguna dirección: “No seas la primera que prueba lo nuevo, y
tampoco la última en dejar de lado lo viejo”.
En estos
días de tendencias y modas mundanas, es nuestra responsabilidad (tanto de
hombres como de mujeres) como hijos de
Dios obedientes, rechazar todo lo que pudiera estorbar nuestro principal
propósito que es glorificar a nuestro maravilloso Salvador. Aquí hay un
principio que podemos aplicar personalmente para nosotros:
Siempre
cuando yo oiga o vea un nuevo estilo o una nueva manera de vestir o una nueva
manera de decir las cosas, trataré de ver si representa la verdad o el error. Veré si está de acuerdo o no está de
acuerdo con la Palabra de Dios y con los caminos de Dios. Veré si revela o
confunde y oculta la Persona de Dios y la Palabra de Dios. Veré si mezcla la
verdad con el error. Que nada distraiga el mensaje que quiero presentar: “YO
PERTENEZCO AL HIJO DE DIOS, QUE ME AMÓ Y SE ENTREGÓ A SI MISMO POR MI.”
La modestia
va mucho más allá de la mera vestimenta y apariencia física. Es una actitud de
la mente. Es un adorno en lo oculto del corazón del hombre. Es un espíritu
afable y apacible, que es de grande estima delante de Dios. La modestia es
desplegada por la persona que no desea llamar la atención sobre sí misma, sino
que desea que el Salvador reciba toda la atención. Por el vestido (o falta de
vestido) la persona está diciendo, “¡Mírenme! ¡Miren mi cuerpo!” Comparar con
Proverbios 31:30—“Engañosa (desilusiona, traiciona) es la gracia (apariencia
atractiva, aceptable a otros), y vana (ilusoria) la hermosura; la mujer que
teme a Jehová, ésa será alabada.”
El mensaje
de modestia del creyente no debería llamar la atención sobre él mismo, sino
sobre la Persona del Señor Jesucristo:
“Con
Cristo estoy juntamente crucificado, y
ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo
vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí”
(Gálatas 2.20).
“Yo
pues, preso en el Señor, os ruego que andéis
como es digno de la vocación con que fuisteis
llamados [andar de acuerdo con nuestro llamamiento alto, celestial y
santo]” (Efesios 4:1).
“Sino vestíos del Señor Jesucristo,
y no proveáis para los deseos de la carne” (Romanos 13:14).
“Sea la luz (hermosura) de Jehová nuestro
Dios sobre nosotros.” (Salmo 90:17)
“Conforme
a mi anhelo y esperanza de que en
nada seré avergonzado; antes bien con toda confianza, como siempre, ahora
también será magnificado Cristo en mi
cuerpo, o por vida o por muerte. Porque
para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia” (Filipenses 1:20-21).
Sea hombre
o mujer, todos necesitamos darnos cuenta de los problemas que surgen cuando uno
pone la mira en las cosas que estimulan la naturaleza pecaminosa, las pasiones
que promocionan el YO, el sexo errado, las malas relaciones, etc. Como
creyentes somos libres y tenemos el privilegio de proyectar