¿Yo Obedecerle a él? (a mi esposo inconverso) o ¿Yo Obedecerle a ÉL? (Al DIOS VIVO) |
El
Significado de Efesios 5:24 en el Contexto
El
Esposo en Lugar de Dios
El
Ejemplo de Daniel
El
Ejemplo de los Primeros Creyentes Cristianos
Enfrentando
la Realidad
Conclusión
Una Palabra de Advertencia
Cuando se trata del tema de la sumisión de la esposa a su
marido, algunos, hoy día, enseñan una OBEDIENCIA ABSOLUTA e INCONDICIONAL. Es
decir, la esposa debe obedecer a su marido siempre y en todo, no importa lo que
él le diga que haga. La esposa creyente no debe desobedecer a su marido en
ninguna circunstancia, aunque el marido sea inconverso. Por ejemplo, si él le
dice que ella no debe asistir a los servicios dominicales de la iglesia bíblica
local, ella debe obedecer y cumplir con los deseos de su esposo.
Esta posición está claramente expuesta en un libro
titulado “¿Yo? ¿Obedecerle a El?” de
Elizabeth Rice Handford, la esposa del Pastor Walter Handford e hija del Dr.
John R. Rice. Examinaremos las enseñanzas de este libro a la luz de la Palabra
de Dios (la referencia a las páginas son de la edición de 1972 publicadas por
Sword of the Lord Publishers, Murfreesboro, Tenn.).
Como creyentes en la Biblia tenemos que estar de acuerdo
con la tesis principal de la señora Handford que dice: Es por medio de la sumisión y obediencia de la esposa creyente que el
marido inconverso es ganado para el Señor. Esa es la enseñanza de 1 Pedro
3:1: “Asimismo vosotras, mujeres, estad sujetas a vuestros maridos; para que
también los que no creen a la palabra, sean ganados sin palabra por la conducta
de sus esposas.” La esposa creyente no debe estar predicando incesantemente el
evangelio a su marido inconverso. Esa no es la manera de ganarlo. En la mayoría
de los casos él ya sabe lo que ella cree y está familiarizado con el plan de
salvación de Dios. De modo que lo que ella necesita hacer no es predicar el
evangelio, sino vivir el evangelio. Ella debe ganar a su marido por
medio de su conducta sumisa. Ella debe ser la mejor esposa posible para la
gloria de Dios, obedeciendo los prácticos principios de la Palabra de Dios.
Ella debe recordar también que ella es ante
todo un creyente. Su primera responsabilidad es honrar a Dios y ser un
“creyente que cree”, y al hacerlo así, ella puede ser la esposa que Dios quiere
que ella sea. La relación con Dios tiene que venir primero y en primer lugar.
El serio problema con la enseñanza de la señora Handford
es que ella dice que la esposa debe obedecer al marido sin excepción y sin
salvedad. Esta es su afirmación:
Es imposible encontrar un solo pretexto, una sola excepción,
un “si es que” o un “a menos que”. Las Escrituras dicen, sin requisitos, al
lector receptivo, que la esposa debe obedecer a su marido (p.25).
Para apoyar esta idea de obediencia incondicional, la
autora cita una serie de versículos de las Escrituras relacionados con la
sumisión de la esposa (p. 23-24). Solo uno de estos versículos demanda
obediencia incondicional y absoluta. Este versículo es Efesios 5:24, “Así que,
como la iglesia está sujeta a Cristo, así
también las casadas lo estén a sus maridos EN TODO.” Los demás versículos
citados solo hablan de obedecer y someterse, etc., lo que todos reconocemos que
son preceptos escriturales para la esposa.
El
Significado de Efesios 5:24 en el Contexto
Es importante darse cuenta de que aquí, en Efesios
capítulo 5, Pablo está presentando el
ideal de un matrimonio cristiano, es decir, el matrimonio cristiano tal como
Dios quería que fuese. El está escribiendo a esposas cristianas y a maridos
cristianos. El está explicando como debería ser realmente el matrimonio, al
representar el marido a Cristo y la esposa representando a la iglesia. En este
capítulo él no está tratando con el problema de una esposa creyente casada con
un marido inconverso (como en el caso de 1 Pedro 3:1).
Debemos recordar que en Efesios 5 Pablo está presentando
al matrimonio como una figura. El matrimonio es una imagen de la gloriosa y
preciosa e íntima relación entre Cristo y la iglesia. El marido debe
representar a la Cabeza de la Iglesia, a Cristo Mismo. El debe amar a su esposa
como Cristo amó a la iglesia. La esposa debe representar a la iglesia. Tal como
la iglesia debe estar sujeta (sometida, obediente) a Cristo, así la esposa debe
estar sujeta a su marido.
De manera que debemos preguntar, ¿cómo está sujeta la
iglesia a Cristo? La respuesta es obvia: EN TODO. Cristo demanda nada menos que
una total y absoluta e incondicional obediencia a ÉL. De hecho, 1 Samuel
capítulo 15 nos enseña (usando el caso del Rey Saúl) que una obediencia parcial
es en verdad, a los ojos de Dios, una vulgar desobediencia. De modo que si la
esposa ha de representar el retrato correcto, ella debe obedecer y someterse a
su marido EN TODO. El principio es este: Debemos
rendir al Señor una obediencia total y absoluta e incondicional. ÉL demanda
nada menos que eso.
En un matrimonio cristiano, compuesto por dos cónyuges
creyentes (como se expone en Efesios capítulo 5), esto debe funcionar
maravillosamente. Un esposo creyente ciertamente no exigirá de su esposa algo
que sea contrario a la Palabra de Dios. Por cierto, si él la ama con el amor
que Cristo tiene para con su iglesia, ella se someterá gustosamente a él en
todo, tal como nosotros deberíamos someternos gustosamente a Cristo en todo. Si
él ama a su esposa, él querrá lo mejor de Dios para su esposa. ¿Cómo podría él
entonces exigir que ella desobedezca a Dios? ¿Cómo podría él decirle que no lea
la Palabra de Dios, que no se reúna con el pueblo de Dios, etc.? Si el esposo
creyente está haciendo su parte, no hay razón para que la esposa no pueda
obedecer EN TODO.
La obediencia total de la esposa (“en todo”) no es más que
una figura de la responsabilidad del creyente de ser totalmente obediente al
Señor. El punto clave en Efesios 5:24 es que EL SEÑOR DEMANDA NUESTRA TOTAL
OBEDIENCIA. El mensaje que la esposa obediente está retratando es este: Dios
demanda obediencia absoluta. De modo que aún de esto podemos concluir de que si
la esposa llegara a verse forzada a escoger entre obedecer a Dios u obedecer a
una autoridad menor, ella debe obedecer a Dios, porque Dios demanda una obediencia absoluta.
Debería mencionarse que en ninguna parte la Biblia dice
que la esposa debe obedecer a su marido inconverso EN TODO. Sí, ella debe
someterse. Si, ella debe obedecer. Pero la Biblia no dice en ninguna parte que
ella debe obedecer EN TODO. La señora Handford se equivoca cuando toma el “EN
TODO” de Efesios 5:24 y lo aplica a una situación en que el marido es
inconverso.
El Esposo
en el Lugar de Dios
En la página 28, la señora
Handford dice lo siguiente: “Ella debe obedecer a su marido como si él fuera
Dios Mismo.” Hay verdad en ésto. En la familia, Dios ha puesto al marido sobre
la esposa como la Cabeza (1 Corintios 11:3) y ella debe obedecerle como al Señor.
En cuanto a la relación que representa el matrimonio, el marido está en el
lugar de Cristo. Desobedecer al marido es, en un sentido muy real, desobedecer
a Cristo.
Cuando pensamos en las autoridades
que están sobre nosotros, también debemos considerar a las autoridades civiles
o gubernamentales. De manera similar a la afirmación anterior de la señora
Handford, deberíamos decir, “Debemos obedecer a los líderes y gobernantes como
si fueran Dios Mismo.” El respaldo para esta aseveración se encuentra en Romanos
13:1-4, donde leemos que toda autoridad sobre nosotros deriva su autoridad de
Dios Mismo. Desobedecer la autoridad es, en un sentido muy real, desobedecer a
Dios. “De modo que quien se opone a la autoridad, a lo establecido por Dios se resiste; y los que resisten, acarrean
condenación para sí mismos” (Romanos 13:2).
La pregunta que debemos hacernos
es ésta: ¿Tenemos que obedecer SIEMPRE
a las autoridades gubernamentales que están sobre nosotros? ¿Qué debemos hacer
si el gobierno nos dice que desobedezcamos a Dios? Si encontramos que a veces
es correcto desobedecer al gobierno para obedecer a Dios, esto indicaría que a
veces es correcto que una mujer cristiana desobedezca a su marido para obedecer
a Dios. Por otra parte, si encontramos que debemos rendir una obediencia
incondicional al gobierno EN TODAS LAS COSAS, SIN EXCEPCIÓN, entonces esto
indicaría que lo mismo se aplica a la relación marido/mujer.
El Ejemplo
de Daniel
Es interesante que la señora
Hardford casi no mencione el caso de Daniel, aludiendo a esto solo en un breve
párrafo en la página 26:
Daniel, mucho antes de parar en el foso de los leones, había probado
su valor a los reyes de Babilonia. También lo habían hecho Sadrac, Mesac y
Abed-nego, caminando sobre la llamas en el horno de fuego.
Justo antes de este párrafo ella
admite que “en la Biblia hay algunos ejemplos de cristianos que quebrantaron la
ley civil para cumplir la ley de Dios.” Esta aclaración parece estar en
conflicto con lo que la autora dice más adelante en el libro. Ella opina que si
la esposa se somete totalmente a su marido, entonces el marido no le ordenará
hacer algo que sea contrario al mandamiento de Dios y que, además, Dios nunca
permitirá dos mandamientos que estén en conflicto. Comprobemos esto en el caso
de Daniel.
Primero, debemos estar de acuerdo
en que Daniel se sometía a Darío y al gobierno que estaba sobre él. Como
creyente, él era un ciudadano que cumplía la ley. El, por cierto, no era un
rebelde.
Segundo, sabemos que surgió una
situación conflictiva y que Dios permitió que esta situación surgiera. El
decreto decía (en esencia), “No oren a Dios.” Daniel sabía que su relación con
Dios tenía que venir primero. Daniel sabía que sería desobediencia no orar.
Daniel sabía que antes de ser un ciudadano de Babilonia, él era primero un creyente. En esta situación
conflictiva, Daniel sabía que tenía que hacer una elección: ¿Debo obedecer al
hombre o a Dios? El escogió obedecer a la Autoridad Superior.
La pregunta que debemos hacer es ésta:
Si Dios a veces permite que surjan situaciones conflictivas respecto a la
autoridad gubernamental, ¿no permitirá que a veces también surjan situaciones
conflictivas respecto a la autoridad en el hogar?
La señora Handford sostiene que si
el marido obliga a su esposa ir en contra de la voluntad de Dios, entonces él
es responsable ante Dios, no la mujer. ¿Y si Daniel hubiese tomado la misma
actitud? Puedes imaginarte a Daniel respondiendo de esta manera: “Rey Darío,
aunque me doy cuenta de que tu decreto me obliga a comprometer mi relación con
Dios, igual me someteré a ti y te obedeceré en esto. Sin embargo, debes saber,
oh Rey, que Dios te hará responsable de esto.”
Es cierto que Darío era
responsable ante Dios, pero también es cierto que Daniel era responsable ante
Dios. Darío hizo mal al promulgar ese decreto y Daniel habría hecho mal si
hubiera obedecido ese decreto. Debemos recordar que, aun en su desobediencia,
Daniel se sometió al castigo gubernamental que le fue impuesto. Es decir, él no
peleó y se resistió cuando lo lanzaron a los leones.
Debemos preguntar a la señora
Handford, “¿Por qué permitió Dios mandamientos conflictivos en el caso de
Daniel?” “¿Por qué se negó Daniel a obedecer el decreto de Darío?” La señora
Handford no hace alusión a estas preguntas en su libro.
El caso de Sadrac, Mesac y
Abed-nego también ilustra el mismo principio (Daniel capítulo 3).
El Ejemplo de los Primeros Creyentes Cristianos
En la página 27 la autora menciona
Hechos 4:19-20 y Hechos 5:29. Su comentario es como sigue:
Estas dos Escrituras se han
usado a menudo como excusa para la desobediencia civil o para la desobediencia de
la esposa. Pero al hacer esto, no se
comprende el verdadero sentido. El resultado del testimonio era: “Ellos les
soltaron, no hallando ningún modo de castigarles.” ¿Por qué? Porque ellos no
habían quebrantado ninguna ley, ni civil ni religiosa.
Aunque es cierto que no habían
quebrantado ninguna ley, también es cierto que ellos habían desobedecido a las
autoridades religiosas que estaban sobre ellos. En el párrafo inmediatamente
anterior la señora Handford admite, “A Pedro y Juan se les había ordenado no
predicar en el nombre de Jesús.” La verdad es que ellos desobedecieron este
mandato. Ellos se rebelaron contra esta orden, porque ellos temían a Dios y
sabían que ellos debían someterse a una autoridad superior y que debían
obedecer un mandamiento superior.
Estos hombres judíos estaban en
una posición de autoridad (servían en el concilio o Sanedrín), pero Dios era la
AUTORIDAD SUPERIOR. Los discípulos sabían que a los ojos de Dios era mejor
obedecer a Dios: “Mas Pedro y Juan respondieron diciéndoles: Juzgad si es justo
delante de Dios obedecer a vosotros antes que a Dios; porque no podemos dejar
de decir lo que hemos visto y oído” (Hechos 4:19-20). El pasaje clave es Hechos
5:28-29, “Diciendo: ¿No os mandamos estrictamente que no enseñaseis en ese
nombre? Y ahora habéis llenado a Jerusalén de vuestra doctrina, y queréis echar
sobre nosotros la sangre de ese hombre. Respondiendo Pedro y los apóstoles,
dijeron: Es necesario obedecer a Dios
antes que a los hombres.” Es cierto que debemos someternos y obedecer a
quienes Dios ha puesto sobre nosotros. Es cierto que debemos obedecer a los
gobernantes. Es cierto que las esposas deben obedecer a los maridos y que los
hijos deben obedecer a los padres. Sin embargo, cuando hay un conflicto,
entonces DEBEMOS OBEDECER A DIOS ANTES QUE AL HOMBRE. Nosotros debemos obedecer
a la autoridad más alta, a Dios Mismo. Recuerda, somos CREYENTES EN PRIMER LUGAR, y nuestra primera responsabilidad siempre
es respecto a nuestra relación con Dios.
Los primeros cristianos no se
sometieron al Sanedrín. Ellos desobedecieron su mandato de dejar de predicar el
evangelio. Ellos siguieron hablando en el Nombre de Jesús. Someterse en este
caso habría significado desobedecer la Gran Comisión (Mateo 28:19-20; Marcos
16:15; etc.) y ellos no podían hacer eso. Nuestra obediencia a Dios tiene que
ser total y absoluta e incondicional. Cuán necio sería decir a alguien, “Tú
siempre tienes que obedecer a Dios, excepto cuando el gobierno te diga que no
lo hagas.” “Tú siempre tienes que obedecer a Dios excepto cuando tu marido te
diga que no lo hagas.” Esto sería dar un honor mayor a autoridades menores.
Dios es el soberano Señor que debe ser honrado sobre todo lo demás.
Pedro y Pablo perdieron sus vidas
ante Nerón, que en esos tiempos gobernaba el imperio. Quizás Nerón o alguno de
sus subordinados les dijeron, “Te ordeno que renuncies a Cristo y que confieses
que César es el Señor.” ¿Debían obedecer este mandamiento a la luz de 1 Pedro
2:13-14 (“Por causa del Señor someteos a toda institución humana, ya sea al rey
como superior, ya a los gobernadores, como por él enviados para castigo de los
malhechores y alabanza de los que hacen bien”) o deben hacer una excepción en
este caso y obedecer al REY DE REYES? La historia demuestra la elección que
hicieron.
Este es el principio: Siempre tenemos que obedecer a la autoridad que Dios ha
puesto sobre nosotros (sean los padres, el marido, los gobernantes, etc.),
excepto cuando esa autoridad demanda que hagamos algo que va en contra de la
VOLUNTAD de Dios revelada o contra la PALABRA de Dios revelada.
¿Demanda Dios la Asistencia a la Iglesia?
Esta es la posición de la señora
Handford: “No dice (en Hebreos 10:25)
que es un pecado si una mujer no asiste a la iglesia el Domingo en la mañana y
el Domingo en la tarde y el Miércoles a la reunión de oración” (p.35).
¿Qué dice realmente Hebreos 10:25?
“No dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino
exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca.” Cada vez que
lo santos “se congregan” con el propósito formal de “exhortar” y enseñar y
orar, el creyente no debe olvidarlo. Esto incluiría ciertamente los servicios
dominicales regulares y las reuniones de oración, tal como los conocemos hoy.
La palabra “congregarse” de
Hebreos 10:25 viene de la palabra “sinagoga”. En los tiempos del Nuevo
Testamento, la sinagoga era el lugar donde los judíos se reunían con un
propósito específico: para la lectura pública de las Escrituras, para la
instrucción en la Palabra de Dios y para la oración. Pablo dice a los creyentes
judíos, “No olvidando el “sinagogarse.” Cuando la asamblea local se reúne con
el propósito específico de leer las Escrituras, ser instruidos en la Palabra y
para la oración, el pueblo de Dios no debe olvidarlo.
La voluntad revelada de Dios en
cuanto a la fidelidad hacia la asamblea es muy clara:
EL MANDAMIENTO se encuentra en Hebreos 10:25—“No dejando de
congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto
más, cuanto veis que aquel día se acerca.”
EL EJEMPLO se encuentra en Hechos 2:42—“Y perseveraban en la
doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del
pan y en las oraciones.”
LA RAZÓN se encuentra en Efesios 4:12,13—“A fin de perfeccionar a los santos
para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo, hasta
que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a
un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo.”
La asistencia a la iglesia es
opcional en las mentes de muchos cristianos del siglo 20, pero esta manera de
pensar no procede de la Palabra de Dios. Lo que pensamos de la IGLESIA es un
reflejo de lo que pensamos de CRISTO. Descuidar la iglesia es descuidar a
Cristo. Indiferencia hacia la asamblea es indiferencia hacia Cristo. Recuerda que es SU IGLESIA LOCAL, y hemos sido convocados a encontrarnos con ÉL.
Somos CREYENTES en PRIMER LUGAR, y
la práctica de los creyentes es congregarse regularmente. No congregarse y
olvidarse de eso es un asunto serio ante Dios.
Enfrentando la Realidad
La posición de la señora Handford
en este libro es idéntica a la posición de su padre, el Dr. John R. Rice. El
trata con este tema en su libro The Home,
capítulo VII, “La mujeres sujetas a los maridos”. El afirma lo siguiente en
vista de Efesios 5:24: “Aquí las Escrituras parecen dar por sentado que nunca
habrá un caso en que Dios demandará de la esposa que desobedezca a su marido”
(p.106). El continúa diciendo que el marido es responsable por cualquier pecado
que él obliga cometer a su esposa (P.107).
Como ya lo hemos señalado, Efesios
5:24 atañe al marido creyente que ha de estar “lleno del Espíritu” (Efesios
5:18). Un marido lleno del Espíritu amará a su mujer con el amor de Cristo y
nunca le dará órdenes que estén en conflicto con la voluntad de Dios revelada.
Rice también dice en la página 110
que si una mujer cristiana realmente ama a su marido, entonces el marido nunca
la obligará a cometer pecado.
Como creyentes debemos enfrentar
la realidad y no vivir en un mundo de fantasía. La señora Handford está casada
con un excelente pastor cristiano, pero muchas mujeres cristianas están casadas
con hombres incrédulos, que pueden ser poco razonables. Hay veces en que los
maridos inconversos exigen que sus esposas mientan y engañen. Hay veces en que
les prohíben asistir a la iglesia. Dios nunca promete que la esposa sumisa
nunca recibirá un mandato conflictivo de su marido. Dios promete que ÉL suplirá
a la esposa con suficiente gracia para honrar y obedecer a Dios, aunque a veces
esto sea muy difícil.
John S. Feinberg relata el
siguiente incidente verídico: “Se cuenta la historia verídica de una mujer
cristiana que amaba verdaderamente a su marido, pero ella consintió en tener
relaciones sexuales con otro hombre. Su marido, un hombre de negocios
inconverso, percibía que si su atractiva esposa dormía con uno de sus clientes,
el cliente renovaría un contrato con la empresa del marido. De modo que el
marido ordenó a su mujer cometer adulterio con el cliente. Ella obedeció porque
creía que era su deber, ordenado por Dios, de obedecer a su marido. Ella había
estado asistiendo a algunos grupos de estudio bíblico y había sido enseñada que
el modelo de Dios para la mujer es obedecer al marido, la persona con autoridad
sobre ella, sin importar lo que fuera. También se le había dicho que si ella
obedecía al marido en estos actos, ella no
sería culpable de pecado, sino su esposo. El único pecado que ella podía
cometer era el pecado de desobedecer al marido. Con esa información en mano,
ella obedeció a su marido y cometió adulterio” (Fundamentalist Journal, March 1983, p.19).
¡Dios nos libre de esta manera de
pensar! El fin nunca justifica los medios. Nunca es correcto hacer el mal para
hacer bien. Obedecer al propio marido es un fin noble, pero nunca es correcto
cometer pecado para obedecerle. La responsabilidad de esta mujer era ser en primer lugar un creyente, y como creyente ella tiene que obedecer al Señor. ÉL es
la Autoridad Suprema y ÉL demanda y merece obediencia absoluta.
Supongamos, como ilustración, que
el marido inconverso está con su esposa en el vehículo familiar y la esposa
está detrás del volante conduciendo. El marido dice, “Estoy atrasado, conduce
más rápido.”
La esposa responde, “No puedo,
querido, ya voy al límite de la velocidad.”
“No quiero llegar tarde. Insisto
en que aceleres.” Pronto los detiene un policía y comienza a escribir una
multa. ¿Quién debe recibir la multa?
La mujer diría, “Oficial, la multa
pertenece a mi marido, porque él es quien me dijo que acelerara y yo estaba
simplemente obedeciéndole. El tiene la culpa.” No, la mujer recibe la multa.
Ella es quien quebrantó la ley y aunque ella hizo lo que le dijeron, ella es
responsable. En este caso ella hizo definitivamente mal al obedecer a su marido
excediendo el límite de velocidad.
Supongamos que un marido
inconverso le ordenara a su esposa que volara. Es decir, él le dice que
comience a aletear con sus brazos como un pájaro para volar. En un caso así, la
esposa no puede hacer otra cosa que desobedecer. ¿Por qué? Ella no puede
obedecer a su marido en este caso porque está bajo una ley superior, la ley de la
gravedad. Su esposo dice “¡VUELA!” La ley de la gravedad dice, “¡NO VUELES!” Ella tiene que
obedecer a la ley superior. De igual manera, hay veces en que la esposa no
puede obedecer al marido porque está bajo una ley superior, la ley de Dios.
Siempre que se presenta un conflicto, debemos obedecer a Dios antes que al
hombre. La esposa NUNCA debe
obedecer al marido si eso significa DESOBEDECER
A DIOS.
Conclusión
Tenemos que estar de acuerdo con
la señora Handford en su tesis central. La esposa creyente debe someterse a su
marido inconverso (1 Pedro 3:1), y tratar de ganarlo para Cristo por medio de
su conducta piadosa. Estamos en total desacuerdo con la señora Handford cuando
insiste en que la mujer debe someterse y obedecer a su marido incluso cuando él
le dice que haga algo que es contrario a la voluntad de Dios revelada para su
vida.
Para refutar ésto hemos
considerado: 1) El significado de Efesios 5:24 en su contexto. El contexto se
refiere a un esposo creyente y a una esposa creyente, estando ambos llenos del
Espíritu. En este contexto no está considerado un marido inconverso, que ni
siquiera tiene el Espíritu de Dios; 2) La analogía de la sumisión a las
autoridades civiles, especialmente en el caso de Daniel y de los primeros
discípulos cristianos; 3) La clara declaración de Hechos 5:29 que dice “Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres.” Confrontados con genuinos
conflictos morales, es Dios quien debe ser obedecido.
Una Palabra de Advertencia
El libro de la señora Handford es
solo un ejemplo de esta clase de enseñanza que está muy extendida en el día de
hoy. Por ejemplo, en un folleto publicado por el Baptist Children’s Home, el autor dice, “Asiste a la iglesia
solamente de acuerdo con su (del esposo) deseo y permiso…Permite que la
voluntad de tu marido sea la voluntad de Dios para ti.”
La voluntad de un marido
inconverso, no regenerado, irrazonable y falto del Espíritu no llega a ser la
voluntad de Dios para la esposa creyente. La voluntad de Dios para la esposa
creyente está revelada en Su Palabra. Si un marido inconverso dice a su esposa
que viole la voluntad de Dios y que desobedezca la Palabra de Dios, entonces
esta vil violación no llega a ser la voluntad de Dios para la esposa creyente.
Usemos el sentido bíblico y el sentido común.
Esta clase de enseñanza ha sido
divulgada por muchos años por Bill Gothard en su Institute in Basic Youth
Conflicts (Instituto de Conflictos Juveniles Básicos), que es un seminario
al que concurren miles cada año. El enseña lo que denomina “Cadena de Comando”. El enseña que
si hay un conflicto entre la voluntad de Dios y los deseos de los padres,
entonces el joven debe obedecer a los padres. Por ejemplo, si un joven
determina que es la voluntad de Dios que él asista a una escuela bíblica pero
sus padres quieren que vaya a la universidad, entonces debe ir a la
universidad. Si un joven determina que es la voluntad de Dios que se case con
cierta joven y sus padres no quieren que se case, entonces no debe casarse. La
filosofía detrás de esta enseñanza es esta: NO IMPORTA CUAL SEA LA VOLUNTAD DE
DIOS, LA VOLUNTAD DE LOS PADRES DEBE SER LA VOLUNTAD DE DIOS PARA TI. Esto es
una enseñanza peligrosa, porque eleva la autoridad de los padres por sobre la
autoridad de Dios y hace su voluntad mayor que la voluntad de Dios. Pone a los
padres por encima de Dios.
Al determinar la voluntad de Dios
en cuanto a la educación o matrimonio o vocación, es cierto que han de tomarse
en cuenta los deseos de los padres. Sin embargo, hay veces en que un creyente
que sigue la Palabra de Dios y la guía del Espíritu de Dios, necesitará honrar
a Dios, aunque esto signifique ir en una dirección que los padres no entienden,
y quizás tampoco aprueben. La diferencia debe ser considerada con cuidado y con
oración y seguir el curso correcto.
El Señor Jesús, a la edad de 12
años, permaneció en Jerusalén y con ello causó malentendido y pesadumbre a sus
padres (Lucas 2:41-48). Su respuesta
fue que Él tenía que estar en los negocios de Su Padre (Lucas 2:49). Los
negocios de Su Padre celestial eran siempre Su primera prioridad, estando al
mismo tiempo siempre sujeto a Sus padres (Lucas 2:51).
En Mateo 4:21-22 Santiago y Juan
respondieron al llamado de Jesús dejando de inmediato la barca y a su padre y
le siguieron. Ellos no dijeron, “Señor, nos gustaría mucho seguirte, pero
permítenos ir primero a consultar a nuestro padre Zebedeo para ver si esto está
de acuerdo con sus deseos para nuestra vida.” En vista de esto, considera las
palabras del Señor en Lucas 9:61-62. Estas palabras van en contra de la
filosofía expuesta por Bill Gothard. Recuerda lo que dijo el Señor, “El que ama
a padre o madre más que a Mí, o es
digno de Mí” (Mateo 10:37).
Que Dios nos ayude a pensar
correctamente en cuanto a estos importantes asuntos. Que nunca se nos olvide
que nuestra primera obligación es ser un creyente que cree, practicando una total
y absoluta sumisión a nuestro Señor Jesucristo, honrando y obedeciéndole a ÉL,
nuestra más Alta Autoridad. Que así nos estemos “ASIENDO A LA CABEZA” (comparar Colosenses 2:19).
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