Estar
Preparado Para Dar Respuesta
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“Sino santificad a Dios el Señor en vuestros
corazones, y estad siempre
preparados para presentar defensa con mansedumbre y
reverencia ante
todo el que os demande razón de la esperanza que hay en
vosotros”
(1 Pedro 3:15).
Para
muchos creyentes 1 Pedro 3:15 es un versículo familiar. Cuando nos encontramos
con un versículo familiar, nuestra actitud debería ser, “Señor, necesito
entender mejor este versículo. No lo entiendo como debería. Enséñame nuevamente
el significado de este versículo.”
Hacer lo Correcto Sin Importar el Precio
El
contexto de 1 Pedro 3:15 se refiere al sufrimiento que resulta de hacer lo
correcto: “¿Y quién es aquel que os podrá hacer daño, si vosotros seguís el
bien? Más también si alguna cosa
padecéis por causa de la justicia,
bienaventurados sois. Por tanto, no os amedrentéis por temor de ellos, ni os
conturbéis” (1 Pedro 3:13-14). Pedro está diciendo que el creyente debe hacer lo
correcto, sin importar las consecuencias y sin importar los sufrimientos que
esto le pueda acarrear. Hacer lo correcto puede ser costoso, pero el creyente
será bendecido ampliamente por Dios: “bienaventurados sois.” No debemos temer a
los inconversos, ni a lo que nos puedan hacer. Sea Dios nuestro temor: “A
Jehová de los ejércitos, a ÉL santificad; sea ÉL vuestro temor, y ÉL sea
vuestro miedo” (Isaías 8:13). Con el temor de Dios ante nuestros ojos, sólo
temamos no hacer lo correcto. Temamos hacer cualquier cosa que no agrade a
Cristo. Que solo pensar en hacer lo malo nos aterrorice.
Cuando
hacemos lo recto en un mundo malo y cuando aún sufrimos por ello, los
inconversos tomarán nota. Observarán cómo reacciona el pueblo de Dios bajo
presión y persecución. Algunos incluso harán preguntas y debemos ser
“intrépidos como un león” y estar preparados para responder de manera tal que
les señalemos la única solución, el único Salvador.
Honra a Dios en Tu Corazón
“Santificad
a Dios el Señor en vuestros corazones” (1 Pedro 3:15). Esta expresión se basa
en Isaías 8:13 que ya hemos citado. “SANTIFICAD” es un mandato, el único
mandato del versículo 15 (estado preparados puede parecer un mandato, pero no
es exactamente un mandato). Al creyente se le dice que honre al Señor en su
corazón. Esta es la frase clave en este versículo.
Dios nos ha santificado (1 Corintios 1:2;
6:11; etc.); y nosotros a su vez hemos de santificar
a Dios. Dios nos ha apartado y
nosotros, a su vez, hemos de apartar a Dios. Dios nos ha santificado, nos ha
apartado para ÉL de una manera especial, nos ha llamado a ser Sus SANTOS
(apartados). ¿Qué significa para nosotros santificar a Dios?
“Santificado
sea Tu Nombre.” Señor, que Tu Nombre sea honrado. Que Tu gloriosa Persona sea
adorada y reverenciada. Santificar a Dios significa que lo tratamos como santo.
Lo reverenciamos y respetamos por lo que ÉL es: el SANTO. Lo reconocemos como
Señor. Honra a Jesucristo como Señor en tu corazón. Recuerda que tu corazón es
el templo del Santo. Recuerda Quién es el que reside en tu corazón y Quién es
el preside tu vida. Asegúrate de que tu objetivo sea el Santo, el Supremo, el
Soberano. Asegúrate de fijar tus ojos en ÉL. Moisés soportó la ira del rey de
Egipto porque “se sostuvo como viendo al Invisible.” El santificó al Señor Dios
en su corazón.
Asegúrate
de santificar al Señor, dando a Dios un lugar especial en tu corazón. Si has de
comunicarte correctamente con los
hombres, primero tienes que tener comunión
con Dios. Si has de conectarte con otra persona, tienes que tener una conexión
correcta con Dios. Antes de hablar a los hombres sobre Dios, tienes que hablar
a Dios sobre los hombres.
No puedes
dar un buen testimonio sin Dios. “Si Jehová no edificare la casa, en vano trabajan
los que la edifican” (Salmo 127:1). Si Dios no está en ello, es en vano. Es
posible dejar fuera a Dios aún cuando estamos hablando a otros de Dios. Podemos
tener las palabras apropiadas. Podemos citar los pasajes apropiados de las
Escrituras. Dios puede incluso bendecir Su Palabra a pesar de nosotros. La
persona inconversa a la que estamos hablando incluso puede llegar a ser salva,
pero Dios no estaba en el testimonio, como debería haber estado. “…sabiendo que
vuestro trabajo en el Señor no es en vano” (1 Corintios 15:58). Tu trabajo es
en vano sin el Señor. Por cuanto sabes que tu testimonio es en vano si Dios no
está en ello.
Santifica
al Señor Jesús. Hónralo en tu corazón. Venéralo como Santo. Enfoca tu mirada
sobre ÉL. Cuando hablas a otros, asegúrate de que dependes de ÉL. “Que Su
hermosura descanse sobre mi cuando trato de ganar a los perdidos y que ellos
olviden el canal y le vean sólo a ÉL” (K.
Wilkinson).
La Mejor Ofensiva es una Buena Defensa
“…y estad siempre preparados para presentar defensa”
(1 Pedro 3:15).
La palabra
“defensa” es la palabra griega “APOLOGÍA”. Presentar defensa significa dar una
defensa verbal, es decir, hablar en defensa. Como creyente en Cristo debes
defender la esperanza que tienes en ÉL, justificar tu legítima confianza que
está basada en la Persona y en la obra del Señor Jesucristo.
Algunos de
los primeros padres de la iglesia son conocidos como Apologistas (de la misma
palabra griega). Estos hombres defendieron la fe cristiana contra las
acusaciones de sus enemigos. Ellos escribieron cartas o libros en defensa de la
fe. Uno de los apologistas más conocidos es Justino Mártir.
El
creyente debe defenderse en vista de las acusaciones falsas que se levantan
contra él. Es interesante que en la antigua Atenas cada ciudadano tenía
defenderse personalmente si era acusado o llevado a juicio. En esos tiempos no
había abogados en la antigua Grecia. Una persona no podía contratar a un
abogado para que lo defendiera. Tenía que hacerlo por sí mismo. El creyente es
responsable de hacer una defensa personal. Nadie puede hacerlo por él.
En 1 Pedro
3:16 (el contexto inmediato) los creyentes eran acusados falsamente por los
inconversos: “…sean avergonzados los que calumnian vuestra buena conducta en
Cristo.” Los creyentes han de estar siempre preparados para dar defensa en
vista de falsas acusaciones.
Consideremos
algunas ilustraciones de esto:
Una Vida que Provoca Preguntas
“…y estad siempre preparados para presentar defensa
con mansedumbre
y reverencia
ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay
en vosotros” (1
Pedro 3:15).
Los
miembros de los cultos están a menudo bien entrenados y bien indoctrinados en
sus falsas doctrinas. Ellos están siempre preparados para dar defensa a todo
hombre que les demanda razón de la falsa
esperanza que está en ellos. A veces dejan en vergüenza a los creyentes por su
habilidad en manejar (maltratar) las Escrituras, citar la Biblia y discutir
temas bíblicos. Sin embargo, sabemos que están descansando sobre un fundamente
que no es firme ni seguro.
Estad
siempre preparados y dispuestos a presentar defensa a todo el que pregunte.
Ellos preguntarán.
Tu vida
provoca preguntas; tus labios dan las respuestas.
Colosenses 4:6 enseña lo mismo, “…para que sepáis cómo debéis responder a cada
uno” (implicando que los inconversos harán preguntas).
Alguien
podrá decir, “Seré un testigo silencioso del Señor. Dejaré que mi vida sea un
testimonio. No predicaré el evangelio; viviré el evangelio.” Vivir el evangelio
es esencial, pero no es suficiente.
Una parte
de la vida incluye el hablar. Dios no quiere que solo tu vida esté dedicada a ÉL,
sino ÉL quiere que también tus labios estén dedicados a ÉL. No puedes divorciar
tus labios de tu vida. Recordemos “MUESTRA” y “HABLA”. Ambos son necesarios.
Debemos mostrar con nuestra vida y hablar con nuestros labios.
Estemos
siempre preparados para las preguntas que nos harán si estamos viviendo
piadosamente en Cristo Jesús. Algunos ejemplos posibles: “¿Por qué inclinas tu
cabeza para orar?” “¿Por que vas a la iglesia tres veces a la semana y recorres
esa larga distancia para adorar?” “¿Por qué nunca dices palabras groseras?”
“¿Por qué no te ríes de algunos de nuestros chistes?” “¿Para qué lees la
Biblia? ¿No está la Biblia llena de errores y contradicciones y discrepancias?”
¿Estás preparado siempre para dar respuesta a esas preguntas? ¿Está tu vida provocando
estas preguntas?
La Biblia
dice que somos un pueblo peculiar. Cuando la gente pregunta, “¿Por qué son
ustedes tan especiales?” Nosotros deberíamos estar preparados para responder.
En realidad, cuando la Biblia dice que somos un “pueblo peculiar” significa que
somos un pueblo especial de Su propiedad (Tito 2:14). Pertenecemos a Dios de
una manera especial. Pero cuando el pueblo de Dios camina ante los inconversos,
los que hacemos y decimos a menudo les parece “peculiar”. Nuestras vidas han de
ser decididamente diferentes (Romanos 12:2). Se harán preguntas. Nuestra vida
debe provocar preguntas; nuestros labios han de dar respuestas.
Estemos
siempre preparados para exponer clara y convincentemente nuestro caso. Estemos
siempre preparados para presentar defensa. Contemos con que las preguntas
vendrán y estemos preparados para cuando vengan. No te sorprendas cuando se
hagan esas preguntas. Debes estar preparado para ellas.
¿Dónde Está Tu Esperanza?
Debemos estar
siempre preparados para presentar defensa a todo el que nos demande razón de la
ESPERANZA que está en nosotros. Los creyentes tienen una esperanza que está en
el interior: “Cristo en vosotros, la esperanza de gloria” (Colosenses 1:27).
Jesucristo es nuestra esperanza (1 Timoteo 1:1). Tenemos una esperaza que está
centrada en la Persona de Cristo que mora en nosotros. Los inconversos están
sin Cristo, sin Dios y sin esperanza (Efesios 2:12). No somos como los demás,
que no tienen esperanza (1 Tesalonicenses 4:13). Los inconversos están en
tinieblas (Efesios 5:8), sin luz al final del túnel. Cuando presentemos nuestra
defensa, señalemos hacia la luz. Presentemos claramente la única Solución, la
única Satisfacción, el único Salvador.
Cuida Tu Actitud
Cuando
contestas las preguntas, hazlo con la actitud correcta, “con mansedumbre y
reverencia y temor.”
No debemos
discutir, porque no estamos tratando de ganar una disputa; estamos tratando de
ganar un alma. No seamos arrogantes, porque no tenemos nada de que
enorgullecernos, excepto de nuestro Salvador. No deberíamos ser beligerantes,
porque su hostilidad y odio es hacia el Salvador, no hacia nosotros. No
deberíamos tener la actitud “soy más santo que tú”, porque en un tiempo
estábamos en sus zapatos; antes éramos iguales a ellos, impíos e inconversos.
No deberíamos mirar en menos a los demás, sino que deberíamos buscar con amor
ser para ellos un peldaño y no una piedra de tropiezo. Nuestro Señor era “manso
y humilde de corazón.” Vistámonos del Señor Jesucristo.
Finalmente,
deberíamos presentar defensa “con temor”. Procedamos con el temor de Aquel a
quien hemos santificado en nuestros corazones. “Sea ÉL vuestro temor y sea ÉL
vuestro miedo.” El temor del hombre es una trampa. Nos debilita e incapacita.
La razón por la cual no hablamos a los hombres como debiéramos y tan a menudo
como debiéramos es el temor al hombre. “¿Qué pensará de mi si digo eso?” “¿Se
ofenderá o molestará?” “¿Pensará que soy un tonto porque creo eso?” Estas
preguntas son irrelevantes para el que teme a Dios. Sólo desea la sonrisa del
cielo y la aprobación del cielo, el beneplácito en el rostro de Dios. No le
preocupa lo que el hombre pueda decir y pensar o hacer. Sólo desea honrar y
obedecer al Señor Jesús, a quien ha santificado en su corazón.